domingo, 5 de mayo de 2013

Ella no estaba


Ella no estaba - UBC


"Ella sólo le tiene miedo al miedo, y hasta el miedo la amaría".
Carlos Salem.


Ella se deslizaba como patinando sobre hielo, por las aceras resbaladizas de una ciudad más triste desde que se marchó.


Él deshojaba los paquetes de tabaco buscando el “me quiere” en monodosis que a veces, lo dejaban dormir por las noches.


Ella se callaba cada una de las cicatrices que escondía bajo el pecho, la quemaron a fuego lento y las ostias destrozaron sus esquemas.


Él se refugiaba tras un muro dinámico, con destino opuesto a sus pesadillas.


Ella sonreía a medias, las que él, no le quitaba.


Él lloraba por las noches jugando al escondite con el insomnio. Contaba hasta cien y salía a buscarla con los ojos vendados,  olfateando la miseria.


Ella sonreía en salas repletas de personas vacías y bailaba entre abrazos de media noche que duraban cinco minutos.


Él dibujaba armas de fuego y las cargaba con palabras. Después se disparaba a quemarropa. 


Ella no era la musa del no te vayas nunca y Él no sabía correr si no era frente a su espalda.


Él pasaba como una tormenta sin opción a ca(l)ma, se automedicaba con la ansiedad, (no se puede luchar contra ella)  y desteñía los colores de su ropa.


Ella cambiaba de peinado pero no de perfume.


Él rastreaba cada una de las moléculas de su aroma.


Ella escondía el destino bajo su falda.


Él dejó de creer en las casualidades desde que escuchó el compás nervioso de su cucharilla contra la taza de café.


Ella dilataba sus pupilas.


Él multiplicaba la parte real de sus derrotas por la componente imaginaria de sus mentiras.


Ella irradiaba miradas y desprendía retinas ajenas.


Él caminaba más despacio y arrastraba los pies a solas por los lugares que los vieron crecer.


Ella no estaba.


Él borraba el arcoíris que Ella había dejado sobre su almohada. Curaba con alcohol barato las cicatrices que sus huellas habían provocado en cada una de las esquinas de su sistema nervioso.


Ella  no estaba.


Ella no estaba.


Y Él
ya no sonreía. 

J.

1 comentario:

  1. La distancia más larga entre dos personas
    no es el funeral de mis ganas
    ni los centímetros que frenan mi boca
    de besarte
    los muslos, y la pelvis
    de norte a sur
    de este a oeste,
    besarte entera.

    No lo son los bancos de graffiti
    y cigarro,
    que describen amores adolescentes
    que como todo amor verdadero
    empieza por terminar.
    Y enseñan lecciones desde sus puntos finales
    a los matrimonios de rutina
    de lunes, al que, como cabría esperar,
    le sigue el martes.

    He comprendido que echarte de menos
    al despertar con tus besos al lado
    dándome la espalda,
    no es la distancia más larga,
    más largos son mis despertares en los bares, en los burdeles
    en los callejones de puertas abiertas
    y en tus piernas que andan cerradas por derribo,
    desde que
    no hay días de vino y rosas.

    Tu pelo ya no desfila por mis dedos.
    Tu corazón se ha quedado tretrapléjico,
    (de tanto usarlo).

    Y mis arrugas aún saben sonreír
    a tu bragueta
    cuando me mira cruzada de brazos
    pero luego se inquieta,
    porque sabe
    que unas yemas sin rostro,
    conseguían hacer carcajadas
    en sus deseos,
    cuando los anocheceres
    empezaban a las siete de la tarde
    y las mañanas jamás empezaban sin ti.

    La distancia más larga
    no había sido medida hasta
    que ha llegado
    a nuestra cama desierta

    Y aún teniendo

    mis ganas muertas
    mi boca quieta
    las pintadas y los cigarros
    las lecciones
    los lunes y los martes
    tus besos de espaldas
    los bares y los burdeles hasta arriba de fiebre
    los callejones de par en par
    tus piernas cerradas
    vinagre y espinas

    he asumido


    que la distancia


    más larga


    entre dos personas


    es el café frío de por las mañanas.

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