"Ella sólo le tiene miedo al miedo, y hasta el miedo la amaría".
Carlos Salem.
Ella se deslizaba como patinando sobre hielo, por las aceras resbaladizas de una ciudad más triste desde que se marchó.
Él deshojaba los paquetes de tabaco buscando el “me quiere”
en monodosis que a veces, lo dejaban dormir por las noches.
Ella se callaba cada una de las cicatrices que escondía bajo
el pecho, la quemaron a fuego lento y las ostias destrozaron sus esquemas.
Él se refugiaba tras un muro dinámico, con destino opuesto a
sus pesadillas.
Ella sonreía a medias, las que él, no le quitaba.
Él lloraba por las noches jugando al escondite con el
insomnio. Contaba hasta cien y salía a buscarla con los ojos vendados, olfateando la miseria.
Ella sonreía en salas repletas de personas vacías y bailaba
entre abrazos de media noche que duraban cinco minutos.
Él dibujaba armas de fuego y las cargaba con palabras. Después se disparaba a quemarropa.
Ella no era la musa del no te vayas nunca y Él no sabía correr si no era frente a su
espalda.
Él pasaba como una tormenta sin opción a ca(l)ma, se
automedicaba con la ansiedad, (no se puede luchar contra ella) y desteñía los colores de su ropa.
Ella cambiaba de peinado pero no de perfume.
Él rastreaba cada una de las moléculas de su aroma.
Ella escondía el destino bajo su falda.
Él dejó de creer en las casualidades desde que escuchó el
compás nervioso de su cucharilla contra la taza de café.
Ella dilataba sus pupilas.
Él multiplicaba la parte real de sus derrotas por la
componente imaginaria de sus mentiras.
Ella irradiaba miradas y desprendía retinas ajenas.
Él caminaba más despacio y arrastraba los pies a solas por
los lugares que los vieron crecer.
Ella no estaba.
Él borraba el arcoíris que Ella había dejado sobre su
almohada. Curaba con alcohol barato las cicatrices que sus huellas habían provocado en cada una de las esquinas de su sistema nervioso.
Ella no estaba.
Ella no estaba.
Y Él
ya no sonreía.
J.
La distancia más larga entre dos personas
ResponderEliminarno es el funeral de mis ganas
ni los centímetros que frenan mi boca
de besarte
los muslos, y la pelvis
de norte a sur
de este a oeste,
besarte entera.
No lo son los bancos de graffiti
y cigarro,
que describen amores adolescentes
que como todo amor verdadero
empieza por terminar.
Y enseñan lecciones desde sus puntos finales
a los matrimonios de rutina
de lunes, al que, como cabría esperar,
le sigue el martes.
He comprendido que echarte de menos
al despertar con tus besos al lado
dándome la espalda,
no es la distancia más larga,
más largos son mis despertares en los bares, en los burdeles
en los callejones de puertas abiertas
y en tus piernas que andan cerradas por derribo,
desde que
no hay días de vino y rosas.
Tu pelo ya no desfila por mis dedos.
Tu corazón se ha quedado tretrapléjico,
(de tanto usarlo).
Y mis arrugas aún saben sonreír
a tu bragueta
cuando me mira cruzada de brazos
pero luego se inquieta,
porque sabe
que unas yemas sin rostro,
conseguían hacer carcajadas
en sus deseos,
cuando los anocheceres
empezaban a las siete de la tarde
y las mañanas jamás empezaban sin ti.
La distancia más larga
no había sido medida hasta
que ha llegado
a nuestra cama desierta
Y aún teniendo
mis ganas muertas
mi boca quieta
las pintadas y los cigarros
las lecciones
los lunes y los martes
tus besos de espaldas
los bares y los burdeles hasta arriba de fiebre
los callejones de par en par
tus piernas cerradas
vinagre y espinas
he asumido
que la distancia
más larga
entre dos personas
es el café frío de por las mañanas.